Aire

Hay veces que cuando respiro noto que me cuesta la mitad. Y siempre es el mismo aire, siempre la misma altura, siempre la misma velocidad.

Y no soy consciente en el momento que me cuesta el doble, lo soy cuando me cuesta la mitad. Es al contrario de cuando estás acatarrado y con la nariz taponada; el momento cuando te das cuenta de lo bonito que es respirar normal.

Se mezcla al mismo tiempo un sentimiento de vacío en el estómago, pero no como el que tienes cuando caes, es un cosquilleo que hace que el aire aún sume más.

Es un momento que no quieres que acabe.

O que cuando acabe, que no tarde en volver a empezar.

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Piedra

Nadie sabía por qué, pero ahí estaban todos empujando esa enorme piedra.

Queda constancia escrita de que lo habían hecho sus padres, sus abuelos y los padres de sus abuelos, tal vez más allá; pero ni tan siquiera éstos últimos eran conocedores del motivo que se escondía tras la aparente sinrazón.

Una parte de nosotros tenía miedo de dejar de hacerlo sólo por el mero hecho de la incertidumbre que se escondía tras ello, del mero hecho del cambio.

Otra parte temía que su vida perdiera sentido, realmente no habían hecho nunca otra cosa, qué iban a hacer?

También había quien pensaba que tras ese ingente esfuerzo se escondía un proceso mágico y divino, y que cesar en la actividad podría traer a todos grandes desgracias.

Pero sin duda la mayoría ni tan siquiera pensó en ello, estaban demasiado ocupados en dar salida a este desmedido trabajo. Simplemente sobreviviendo a lo que supone.

Tal vez tú también tengas que apagar algún interruptor, aunque sea durante unos segundos, y ver qué pasa.

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Túnel

– Suena muy típico, pero no alcanzo a ver la luz al final – dijo.

Llevaban horas metidos en ese agujero, con apenas espacio para sus escuálidos cuerpos, fruto del horror que intentaban dejar atrás. A pesar de todo Glen nunca perdía el sentido del humor; era sin duda una de las fuentes de las que emanaba su supervivencia. Era su coraza.

– Glen, te lo agradezco, pero creo que de esta no salimos. A duras penas consigo controlar el pánico y mantener el control; realmente, a duras penas consigo respirar este aire envenenado – era Paxel, su compañero de horror. Paxel era un superviviente. Un superviviente sin motivo aparente según decía él mismo, ya nada le ataba a este mundo, pero Glen le caía bien.

Siguieron adelante durante algunas horas más, pero el avance resultó mucho más lento de lo esperado. Apenas podían moverse, la visibilidad era prácticamente nula y el aire irrespirable.

– Glen, no puedo más – una tos que parecía sacada del mismo infierno empezó a brotar de su pecho. A partir de ahí un vómito interminable. Se ahogaba.

Pero sobrevivió, así era Paxel. Cualquier otro hubiera muerto ahí mismo.

– Vamos Paxel, la libertad tiene un precio. No me digas que pensabas que esto iba a ser un paseo. Te recuerdo que cuando dijiste que me acompañarías afirmaste que no te asustaba porque tenías mucho más que ganar que lo que tenías que perder.

– Deja de jugar con mi mente Glen, aquí me quedo – era la voz de Paxel que no superaba el tono de un susurro.

– Paxel – dijo Glen.

No hubo respuesta.

– Paxel, sigues ahí? – insistió.

Se aprecia un leve susurro, ininteligible al oído, pero la mente identificaba claramente que era el aliento de alguien que no quiere continuar.

– Paxel, vamos amigo. Te quiero.

Silencio sepulcral durante tiempo indefinido.

– Sigamos – dijo Paxel.

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Espera

Lo estuve esperando más allá de lo acordado. Exactamente 20 años más. No me moví, permanecí completamente quieto a la espera de verlo aparecer por donde dijo que iba a volver.

Pero no regresó.

Entonces reflexioné y decidí ir en su busca.

Avancé seis pasos y doblé la esquina donde lo perdí de vista tiempo atrás.

Y allí lo encontré.

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Escapar

Lo he intentado tantas veces. Por las mañanas es cuando más me acerco, pero creo que nunca voy a poder.

Pero a él se lo vi hacer, por lo menos tres veces.

El día que llevaba su jersey azul, ese que tenía tantos agujeros que parecía un queso gruyere. Aunque para él no tenía importancia, peor era no tener.

Escapó, una y otra vez. Y cuando le preguntaba que por qué volvía su respuesta siempre era la misma.

– Uno siente la necesidad de escapar cuando se siente atrapado; uno no quiere volver si teme volver a enfrentarse a algo.

Mañana volveré a intentarlo.

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Camino

– Por ahí no es.

Daba igual las veces que pasaran, de noche era incapaz de identificar cuál de los dos caminos era el correcto.

– Eres un listo.

Él había nacido ahí, podría hacerlo con los ojos cerrados en la más absoluta penumbra.

– Mañana no fallarás.

La quería, hacía ya muchos intentos de eso.

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Vacío

El vacío es un sentimiento muy complejo.

A mí me nace en el estómago, y es extraño, porque yo esperaba que me naciera en el corazón. A veces me pregunto si al final lo que va a ser es hambre, pero no. O sí, pero al final no.

Y cuando siento el vacío, nunca surge de mí la idea de llenarlo, solo siento la caída libre y no puedo parar.

Pero nunca llegué al fondo; se puede decir que caiste si no llegaste al suelo? Técnicamente es posible que no.

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