Sentí que algo tiraba de uno de mis brazos y me arrastraba hasta dentro de la casa.
Pero no era exactamente la misma. Quiero decir, era la misma, pero no era igual, no era como cuando salí a reparar el tejado. Es como si otras personas se hubieran encargado de ella; la decoración, la ubicación de los objetos, era diferente. A pesar de ello estaba seguro que era la misma.
Y ahí fue cuando perdí el conocimiento.
– Mamá – dije.