Hace cuatro o cinco años un chico -que en aquel momento rondaría los veintitantos- me hizo una pregunta que aún de vez en cuando va y viene a mi cabeza: “¿Hay burbuja en el sector de las tecnologías de la información?”
Para aquel momento, que debería rondar entre el año 2015 y el 2016, habíamos empezado a remontar la crisis del 2008, y mucho se había hablado de cómo se había generado, mantenido y luego explotado la burbuja inmobiliaria.
El chico en cuestión trabajaba en cocinas y en el poco tiempo libre del que disponía, lo había dedicado a prepararse un ciclo de grado superior en desarrollo de aplicaciones informáticas. Me contó que esta decisión la tomó tras optar por abrir el abanico, estudiar las alternativas y decantarse por una vía que le pudiera garantizar la continuidad laboral. Decidió transformarse y ampliar así sus posibilidades. Era evidente que no lo había hecho por vocación, deduje, sino que su objetivo era, como mínimo, mejorar su existencia. Ante un escenario así, para mí, la motivación de la pregunta era evidente: “¿he invertido mi esfuerzo en algo que el día de mañana puede quebrarse y dejarme de nuevo en la casilla de salida?”
Perplejo quedé y perplejo respondí ante una pregunta que nunca me había hecho a mí mismo. Inicialmente respondí con algo así como un simple y cauteloso “creo que no.” Hasta que gané unos segundos durante la respuesta inicial y comencé a enlazar ideas. Seguí respondiendo: “esto es diferente y ha llegado para quedarse. Todo se está transformando y se necesitan manos. Se necesitan muchas manos. Primero para construirlo y luego para mantenerlo. Llegará un momento en que se estabilice, pero eso por ahora queda lejos, y cuando lo haga no lo hará para caer en picado. Simplemente frenará en tamaño y habrá generado tantos servicios diferentes anexos que estos deberían ser capaces de absorber en gran medida el freno de la actividad principal.”
Pero mi respuesta era una mera hipótesis, una creencia a contrastar tras el paso de los años.
El dulce momento
Ahora, con perspectiva, sabemos que hasta el 2020 la situación en el mercado laboral de las tecnologías de la información no ha hecho más que mantener una escalada desenfrenada. Muchísimo se ha hablado de la necesidad de incorporar más perfiles, de que la demanda era muy superior a la oferta, se ha luchado por atraer el talento y se han ideado, entre todos, nuevas fórmulas que permitieran que cada vez más perfiles pudieran incorporarse las empresas. Creando nuevos profesionales de donde, de origen, no los había. Pero nunca suficientes como para tapar todos los huecos en un universo de oportunidades.
Los trenes pasaban por delante de las empresas y en muchos casos, por falta de talento, no todas las organizaciones se podían subir. Las generaciones de estudiantes egresados entre 2015 y 2020 han vivido un momento mágico, con las empresas detrás de ellos antes de finalizar sus estudios y con tres o cuatro ofertas de empleo sobre la mesa entre las que poder elegir. Un mismo pensamiento se repetía entre los profesionales del sector: “Si me sale mal en mi nueva empresa no pasa nada, ya cambiaré o ya volveré a la que estoy abandonando a sabiendas de que me recibirán con los brazos abiertos. Incluso si no me sale mal nada, pero se me presenta pasado un tiempo algo mejor, ya cambiaré. Incluso cambiaré si me mantienen las condiciones simplemente por la oportunidad de trabajar junto a mis amigos. Da igual, no hay riesgo laboral, hay una enorme red debajo que impedirá que cuando salte al vacío, caiga. Una red que además no protege sólo a los mejores por calidad y capacidad; recoge a todos, a prácticamente todos, simplemente por la diferencia entre demanda y oferta y diversidad de la oportunidad.”
Y ahora paro un momento y me pregunto, ¿es esto una burbuja? No. Llego a la conclusión que mientras la ocupación de personal no caiga drásticamente simplemente es un chicle que necesitamos estirar y que a medida que lo hacemos con tal de llegar a todo, se está generando un escenario, seguramente irreal, claramente privilegiado y que no puede durar así para siempre. Algo tarde o temprano lo regulará. Pero no es una burbuja. Bien, parece que mi creencia inicial, mi hipótesis de hace unos cuatro o cinco años, se matiza pero continúa siendo válida.
Los riesgos
Pero pasados cuatro o cinco años la reflexión continúa y mediante la observación de lo que ha ocurrido en este último periodo se perciben algunos riesgos que pueden afectar al volumen de personal empleado en el sector.
El primero tiene que ver con la capacitación de dicho personal, su nivel de talento medio, grado de especialización y capacidad de transformación. Cuando todo abunda y se necesitan afrontar problemas grandes, lo mediocre se diluye en el conjunto; la media te puede dar de simple aprobado, y, aun así, alcanzar los objetivos que sin contar con determinado volumen no eran posibles. Pero esto no es sostenible, aunque haya muchas personas que forman parte del sector que se están creyendo que la situación excepcional de oferta vs demanda se va a mantener para siempre. La realidad es que quien no siga aprendiendo, sembrando, no sea diferencial y, por lo contrario, se resista al cambio, caerá.
Y aquí entra en escena el segundo riesgo. Aunque se siguen necesitando muchas manos cada vez se necesitan proporcionalmente menos. Las empresas optimizan sus procesos productivos, automatizan incluso una parte de ellos y comienzan a decantarse por productos concretos susceptibles a ser configurados para adaptarlos a sus necesidades en lugar de levantar desde cero; y levantar de cero requiere de muchas más manos que cualquier adaptación.
Hay un claro ejemplo en los productos de terceros en formato ERP que son clave ahora mismo en el mercado y que han encontrado en Cloud el vehículo de transmisión perfecto. En general, lo que conocemos como back-office ha pasado de nivel, es mucho más eficiente. En comparación el front-office, que en muchas ocasiones requiere de soluciones mucho más a medida (incluso diría que más artísticas y creativas), sigue necesitando muchas manos ya que sigue siendo complicado reutilizar, puede que incluso más que antes debido a la explosión de la venta por internet, la diversidad de dispositivos, la falta de estándares suficientes y la necesidad de generar experiencias diferenciales al usuario con tal de atraerlo.
A pesar de ello, en general y de media, se necesitan muchas menos manos que antes para elaborar “frontales”. Y esas manos requieren cada vez de mayor nivel de especialización, conocimiento, y capacidad de aprendizaje porque las tareas sencillas y repetitivas se resuelven mediante frameworks de desarrollo que te solucionan de fábrica las soluciones para las que se requerían de un trabajo más manual. Lo mismo pasa con el tratamiento de datos, movimientos de información y el big data; también con el cloud. Sí, son servicios nuevos, pero requieren de muchísimas menos manos y son muchísimo más especializados en conocimiento. Limita claramente el tipo de perfil y capacidades para acceder al puesto.
Así, con la observación de nuestro escenario desde los últimos cinco años se podían llegar a estas conclusiones principales en cuanto a lo que se refiere al concepto burbuja. Estas conclusiones ayudaban a testar el modelo, pero no a someterlo a una prueba de carga suficiente con tal de validar la hipótesis inicial.
Y apareció COVID-19
Hasta que llegó el COVID-19 y nos hizo echar el freno de mano a todos. Llegó una prueba de las de verdad.
La primera consecuencia evidente es que se han invertido de golpe los flujos de oferta y demanda. Se ha acabado de golpe el espejismo en el que vivíamos en el sector. Ya no es tan evidente el que las empresas te asalten antes de terminar la carrera, ya no hay cuatro ofertas encima de la mesa para tomar una decisión, ya no hay tantas oportunidades de cambio y mejora laboral.
El escenario actual es de una mayor regulación consecuencia de que las empresas han cerrado la caja, algunas por la incertidumbre, otras porque simplemente cada vez tienen menos dentro de ella. Y mientras esto dure ya no habrá espacio para todos. Es el momento en el que la falta de selección natural que observábamos empieza a aplicar y los más fuertes (los que se han transformado, capacitado y mantenido en la cresta de la ola) sobrevivirán de mejor manera. A pesar de ello sigo con el convencimiento que no ha explotado ninguna burbuja, simplemente se ha regulado el flujo. Nos han devuelto a la realidad y forzado a volver a poner los pies en el suelo.
Curiosamente esta pandemia ha sido una de las herramientas de transformación digital más poderosa de los últimos años, lo que permitirá construir donde antes no había nada y por tanto aumentará las necesidades medias de mantenimiento de infraestructuras de información. Eso sí, serán servicios de menor volumen, más optimizados y que requerirán manos cada vez más especializadas.
Este efecto con gran probabilidad actuará como regulador y correctivo de cualquier posibilidad de burbuja en el medio plazo. Todo apunta a que haremos inmersión en una dinámica de crecimiento y oportunidades más controlada que, sumada a la optimización, regulará el crecimiento del personal dedicado a este tipo de servicios ligados a los sistemas de información. Regulará. Esa es la palabra, regulará. Dependiendo todo de la capacidad que tengamos de volver a la velocidad de inicio lo antes posible.
Si ahora tuviera la oportunidad de encontrarme de nuevo con el chico, le diría que la hipótesis que compartimos juntos en su día parece, en fundamento, seguir siendo válida. Con matices, con evoluciones, con muchas historias detrás… pero que, observada desde arriba y con perspectiva histórica, sigue viva.
Sigamos observando. Mientras, sobre todo, no paremos de aprender, de transformarnos, de no conformarnos, de equivocarnos, de levantarnos, de imaginar y crear, de aspirar a ser cada día un poco mejores. Por lo que pueda pasar.